He llegado a casa como de costumbre tras doce horas por
fuera. De la misma forma que todos los días estas esperándome en la puerta. Es
una alegría inmensa verte.
Empiezas a contarme todo lo que te ha pasado en el día, las
cosas que hiciste y a cantarme las nuevas canciones que te han enseñado en el
jardín. De repente, te quedas callada. No lo he notado aún. Luego con voz
entrecortada me dices:
- Mami, ponme atención.
- Te estoy poniendo atención, hija.
Seguidamente, me arrebatas el teléfono móvil y estás a punto de tirarlo al piso. Por un instante ví destrozado el equipo.
- Hija, eso no se hace
- ¡Mami, quiero que me mires a los ojos!¡Por favor, guarda el teléfono!
Corriste hacia los brazos de tu abuela con los ojos llenos
de lágrimas.
- Abuela, mi mami no quiere estar conmigo. Estoy muy triste, dame un abrazo.
Ese momento fue verdaderamente impactante. Estaba escuchando
a mi hija pero no con toda la atención que ella quería.
La tecnología ha permitido acortar distancias, facilitar el
trabajo, obtener información en tiempo real pero también me está alejando de ti.
¿Realmente es tan importante revisar las últimas
actualizaciones de Facebook o los chat recientes de los “amigos”?
Es posible que por cada segundo invertido en una vida
virtual, se pierdan emocionantes momentos con seres de carne y hueso como tú.
Ya comprendí, querida hija. El tiempo para ti, es solo para ti.
Te ama, tu madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario