Anoche tenía muchas cosas en mente. Unas ganas enormes de
comerme el mundo. Quiero crear el negocio de mi vida con piloto automático que
me permita disfrutar tu crecimiento y no perderme de lo mejor de ti: tu
infancia.
Verte para mí es como brisa para mi rostro. Me encanta ver
tus ojitos grandes de mirada inquisidora y esa sonrisa tierna.
Tu abuela ha salido a hacer una diligencia. Has elegido
quedarte conmigo pese a que te di a escoger. Nos quedamos viendo uno de tus
muñecos favoritos (Dora, la exploradora). A decir verdad, ni siquiera estaba
concentrada en verlos. Tú lo notaste y me dijiste: - ¡Mami, mira!
Al poco rato, te has sentado en el balcón a mirar el
horizonte con lágrimas en los ojos, diciendo:
-
¿Dónde está mi abuelita? ¿Yo quiero ver a mi
abuelita? La amo mucho.
Me sentí muy mal en ese instante. Mi reacción fue decirte
que me iría a dormir mientras te quedabas allí en el balcón, porque yo no soy
tan importante para ti como tu abuela.Reconozco que fue un ataque de celos. Fue una reacción que
no merecías. Tan sólo eres una niña de tres años. Es normal que sientas más
apego a tu abuela: ¡no me ves en doce horas!
Cuando lo hice, no sentí que hubiese hecho mal
hasta que corriste a los brazos de tu abuelo llorando y diciéndole que yo
estaba muy enojada contigo. Que tú nos amas a las dos. Me dolió en el alma
verte así. Lo peor fue sentir que era mi culpa. Estaba recargando en mi
preciosa la elección entre dos seres que amas con toda tu alma por igual. Te llamé a mi lado. Fuimos a mi cuarto con tus juguetes
favoritos del momento (las neveritas, le dices así a tu juego de ollitas,
cocinas, platos, neveras, etc.). Empezaste a jugar sonriendo fingidamente. A
leguas se veía que querías seguir llorando. Estabas muy triste. Te pregunté:
- ¿Por qué estas llorando mi niña?
- Por nada
- Una no llora por nada hija. Dime que te sucede, no voy a juzgarte ni voy a decirte
nada.
- Por nada, mami.
Te abracé dulcemente. Te dije que lloraras todo lo que
quisieras que yo estaría allí acompañándote hasta que ya no quisieras hacerlo
más. Lloraste casi a gritos. Cuando te calmaste, te pregunté:
- ¿Estas triste porque no ha llegado tu abuela?
- Es que yo amo mucho a mi abuelita. Yo quiero verla. También te amo mucho a ti, mami.
Unas lágrimas asomaron en mi rostro. Sentí que me decías
desde el fondo de tu corazón que nos amabas por igual y no querías que yo sintiera
celos.
Te dije suavemente que su abuelita pronto llegaría, que
mientras tanto hiciéramos una comida especial con tus neveritas para dársela a
ella cuando llegara. Estuviste de acuerdo e inmediatamente reemplazaste las
lágrimas por risas verdaderas. Sentías emoción al hacer la comida (simular con
los juguetes). Cuando terminaste me dijiste que también habías preparado algo
especial para mí: un jugo de uvas. ¡Qué hermosa!
Al rato llegó tu abuela. Ya se había enterado que estuviste
llorando por ella. Tuve la sensación que te iba a regañar y con mi mirada le di
a entender que ya habías tenido suficiente. Ella tomó tu platito de juguete y
simuló que disfrutaba de un gran banquete hecho por ti. Nos abrazaste a las dos y nos dijiste cuanto nos amabas.
Hija, quiero decirte que para mí ha sido difícil enfrentar
el no verte crecer todos los días. Hago el mejor esfuerzo para compartir tiempo
de calidad contigo. También sé que no puedo evitar que sientas muchísimo más
cariño por tu abuela que por mí. Es ella quien te cuida todo el tiempo y se lo
agradezco.
La buena noticia es que leo todos los días e investigo una
forma de hacer que algún día pueda compartir contigo todo el tiempo que desee sin
descuidar mis obligaciones personales y nuestro futuro.
Cada día me convenzo que mi mayor logro en la vida, eres tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario